Soriano sorprende a Muñiz con un 4-4-2 de salida y el Almería se pone 0-1. Pájara tras el descanso con la zaga haciendo aguas que facilita la remontada. Quique empata en el 90'.
PACO GREGORIO | ACTUALIZADO 10.10.2016 - 10:00
Foto: J. Alonso
Con un Almería acostumbrado a dar muchas de arena y pocas de cal, resulta difícil valorar si el punto ante el líder es bueno o malo. A priori sabe a gloria porque en el minuto 89 el Levante se llevaba todo el botín del Mediterráneo; también porque al equipo se le vio un amor propio inexistente en jornadas precedentes y porque la libreta de Soriano sorprendió de salida a Muñiz.
Si al 'coco' de la categoría se le planta cara de ese modo las sensaciones deberían invitar al optimismo, pero todo se viene al traste cuando el foco apunta a la zaga. Y se recalca esa línea porque ayer no fue cosa del sistema defensivo, sino de los hombres de retaguardia, que no supieron tirar bien sendos fueras de juego que iban a costar dos goles, con Trujillo en la diana.
Vivió el Almería el espejismo del sediento, creyendo ver agua donde no la había y por momentos llegándola a encontrar durante la primera mitad para perder el pozo de vista en el segundo acto y reencontrarlo al final. Lo decía el presidente a lo largo de la semana: el pozo tiene agua, hace falta que alguien active el motor.
Ese alguien es Fernando Soriano, quien ayer sorprendía a su homólogo Juan Ramón López Muñiz de salida con un cambio de dibujo en el que recurrió al clásico 1-4-4-2, el sistema al que todos los entrenadores vuelven cuando las cosas no acaban de funcionar por lo fácil que es de interiorizar por el futbolista.
Consciente de que la media con el trivote no genera juego, el maño optó esta vez por un doble pivote de músculo que ayudara con basculaciones a los laterales y a la vez nutriese de balones a los extremos para que fueran éstos los encargados de llevar el balón hasta el área.
Se entiende en ese contexto la apuesta por Iago y Fidel en las bandas, dos jugadores con recorrido de ida y vuelta (sobre todo el gallego) capaces de apurar la línea de fondo para colgar balones, así como de Puertas en el papel de enganche y Quique en punta presto a pescar todo lo que le fuera suministrado.
La novedad táctica cogió al Levante con el pie cambiado y Puertas generó el caos en la zaga granota con su movilidad por todo el frente de ataque, impidiendo al mismo modo que Campaña y Verza sacaran el balón jugado con limpieza desde atrás. Sorprendidos los valencianos con la disposición local, un absurdo penalti por manos de Abraham Minero iba a poner las cosas de cara para los rojiblancos.
Quique, el delantero que despierta amor y odio a partes iguales en el graderío del Mediterráneo, se encargaba de ejecutarlo con la serenidad de los buenos lanzadores desde once metros. El partido entraba en una dimensión interesante porque el Almería, lejos de notar la baja por lesión de Azeez (Vélez ocupaba su lugar), llegaba con inusitada claridad a la meta de Raúl.
Un buen centro desde la diestra de Puertas encontraba la cabeza de Joaquín en el primer palo, pero la buena conexión almeriense se topaba con una gran intervención del arquero levantinista, quien minutos más tarde agradecía al poste repeler el 2-0 tras una gran acción coral con sendos taconazos de Quique y Fidel en la frontal que concluía con el remate mordido de Iago.
El Almería se gustaba y su afición por fin disfrutaba, pero el guión tuvo un giro brusco a la vuelta de vestuarios, cuando la zaga volvía a hacer de las suyas. Diez minutos tardó el Levante en darle la vuelta al marcador, el tiempo que Morales y Campaña necesitaron para filtrar dos buenos pases interiores a Roger que el ariete convertía en gol y asistencia para Jason gracias a que Trujillo habilitaba su posición.
Dos nuevos desajustes defensivos a la hora de tirar el fuera de juego eran castigados de la forma más cruel, con sendos tantos. Lo bueno es que por una vez el Almería no se amilanó y fue a el empate sin disimulo, con Pozo ya haciendo diabluras en el campo, todo sea dicho.
La tuvo Quique en un centro de Fidel cabeceado por el vallisoletano a bocajarro ante el que Raúl metía in extremis la manopla. La tuvo de nuevo Quique intentando irse por velocidad hasta que Chema le salió al cruce. Y volvió a tenerla en un centro de Ximo al segundo palo prolongado por Fidel que esta vez sí cabeceó a la red.
Algunos salieron saboreando el punto casi inesperado y otros maldiciendo en arameo por la dificultad manifiesta que tiene este Almería para ganar un partido, ni siquiera generando tamaño caudal ofensivo ante todo un líder. La botella, una jornada más, seguirá estando medio llena o medio vacía, según se mire.
Le ponen amor propio (2-2)
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