No fue mala la novedad de dos extremos puros, lo que propicia una mejor imagen y un resultado que sabe a poco por el desconcierto atrás
Su palo, ejemplo de la falta de puntería
| ACTUALIZADO 10.10.2016 - 05:02
Iago Díaz intenta marcharse en velocidad de su marcador, el lateral zurdo Abraham.
Fue una sorpresa y el primer sorprendido fue el Levante. Fernando Soriano hizo un cambio táctico, no fue el inservible (para el Almería, claro) 4-3-3, sino que apostó por un esquema más clásico, con dos extremos de largo recorrido para ganar las bandas a un Levante que por dentro tiene todas las cualidades que le faltan a los rojiblancos.
La entrada de Iago en el once titular le dio a los almerienses más orden sobre el césped y llegada claras por bandas. El Levante, sorprendido, no encontró de inicio huecos en el campo almeriense y perdió varios balones, que propiciaron varias contras locales. Con Iago y Fidel, Puertas tuvo más movilidad en la mediapunta y las llegadas fueron constantes sobre la meta valenciana. De hecho, así se adelantaron los de Soriano y tuvieron en varias ocasiones la sentencia. Una de ellas estuvo en las botas de Iago Díaz, que solo y con el balón botando en el punto de penalti, le pegó fatal y el palo repelió el peligro. Es cierto que el fútbol no es justo y que no hizo méritos el cuadro de Muñiz para llevarse ni el empate, pero si se examinan los errores almerienses, se entiende tanto el resultado como la pésima situación rojiblanca en la tabla. ¿Cómo se fallan oportunidades tan claras? Es el sino de un Almería al que cada error le supone que el mundo se le caiga encima. Por suerte, ayer la actitud pesimista había cambiado.
Si a esa falta de puntería y de mordiente ofensiva se le une la caraja defensiva, el cóctel resulta fatal. Por delante en el marcador y replegado, no te pueden coger la espalda de forma tan simple. Y no ocurrió una vez, sino dos veces. Balones a la espalda de los laterales y centrales que no tiran bien el fuera de juego. Lo mismo que lleva ocurriendo desde la primera jornada de la temporada pasada y un hándicap tatuado en el escudo de este Almería.
Está claro que este desconcierto y esa falta de fortaleza atrás, destroza la moral de cualquiera. Pero ayer, al contrario que otros días, los jugadores supieron sobreponerse y rescatar un punto que sabe a poco, a muy poco, pero que deja claro que con actitud se estaría muchos puestos por encima de lo que se está ahora mismo. Amor propio, algo que no se ha tenido este año hasta el minuto 55 del choque de ayer, recompuso la unión entre equipo y afición. Sin tacticismo de entrenadores que se creen los inventores del fútbol, simplemente con el cuero centrado al área y remates, como toda la vida han jugado los equipos humildes, se rescató un empate que puede ser más importante a largo plazo de lo que lo es hoy. Para ello, las virtudes particulares de Iago como extremo y el coraje en general que mostró el Almería colista, deben ser la nueva tónica.
Balón al área, marearlo de poco sirve
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