Un club señor
17/02/17. Javi Salvador
Hace unos meses me hablaba mi padre de las negociaciones laborales que se produjeron entre jornaleros y terratenientes del campo andaluz a finales del siglo pasado. Me contaba que era común que el señor, en defensa de una posición de privilegio sustentada desde el feudalismo, acudiese a dichos encuentros abrigado con una chaqueta. Era habitual que, antes de comenzar la pugna verbal, esa chaqueta se abriese, casi por descuido, para dejar ver una pistola. El perro meando su farola.
Esos señores hoy disfrutan de una posición de admiración en el estado español por el simple hecho de poseer tierras. Nadie se acuerda de las pistolas. Por ello, uno de los mejores calificativos que se le pueden hacer a una institución es catalogarla de “señorial”, como sinónimo de buena, y no de privilegiada u opresora. Este apelativo se viste de gala para acompañar a los grandes clubes del fútbol español, instituciones, en su mayoría, que recuerdan más al siglo pasado que al actual.
Por ello, cuando hablamos de un club señor, queremos decir que es un equipo bondadoso, educado, respetuoso en la victoria y la derrota, tolerante ante las críticas, defensor de los valores democráticos, solidario… Pero lo cierto es que los señores nunca fueron así. A un señor le pega más encararse con la prensa, exponer a escarnio público a los impertinentes que no le besan el trasero e intentar borrar el conflicto. Entonces asoman las pistolas. Y yo, a pesar de que no me dejan entrar a mi estadio por peligroso, tengo claro que el fútbol no va a matarme.
Un club señor | Diario UDA
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