martes, 16 de febrero de 2016

¡Ni Dios mismo podría hundirlo!

UD ALMERÍA ¡Ni Dios mismo podría hundirlo!

Como Edward Smith, capitán del Titanic, Alfonso García empieza a lanzar desesperados SOS. Los incomprensibles giros de timón de Gorosito están anegando la sala de máquinas
PABLO LAYNEZ | ACTUALIZADO 15.02.2016

"Así es, señora, ¡ni Dios mismo podría hundir este barco!". Ésas fueron las proféticas palabras de uno de los mozos encargados de acomodar a los tripulantes del Titanic en su viaje inaugural y, a la postre, último. Cantos lúgubres de sirena que suenan al "ya saldremos, ya saldremos", que los aficionados se han empeñado en meterse en la cabeza con cada uno de los cambios de técnico que Alfonso García ha realizado esta temporada o cada vez que el Almería hacía un partido medianamente en condiciones. Pero la realidad es otra muy distinta, la zona de descenso tiene tanto peligro escondido en sus entrañas como aquellas afiladas cuchillas de hielo con las que el iceberg rebanó las placas de metal con las que el Titanic surcaba altaneramente las traicioneras aguas al sur de Terranova".

Horas antes de la colisión, el capitán Smith se marchó a su camarote a dormir y dejó al frente del transatlántico al primer oficial William Murdoch, en la parte más delicada del trayecto, puesto que por deseos de la naviera se dio la orden de a toda máquina justo cuando entraban en un pasillo de enormes icebergs. Posiblemente Gorosito pensaba realmente que era posible cambiar el paso de un equipo que le entregó Alfonso García en zona de descenso y llevarlo al ascenso. De lo que no se dio cuenta el argentino es que si las calderas no funcionan, lo primero es arreglarlas antes de echarse a la mar. Evidentemente, Dios sí podía hundir ese barco. Dios o la naturaleza, que siempre será más poderosa por mucho que se empeñe el ser humano en subestimarla. Como cualquier extremo veloz a la espalda de la defensa almeriense, uno de los salientes y envenenados picos de esa montaña de hielo empitonó al barco, que tenía sus horas contadas pese a la incredulidad y falso optimismo general. No le hizo falta rasgar la cubierta entera, como a los rivales rojiblancos no les hace falta ni tener más posesión ni tan siquiera jugar mejor al fútbol; con un simple agujero en su parte más débil, el Titanic estaba sentenciado. Esos compartimentos estancos llenándose de agua uno tras otro, a nueve toneladas por segundo, son como la ansiedad y la falta de ideas de los jugadores almerienses en cuanto encajan el primero. Nadie sabe qué hacer, todos están superados y poco a poco comienzan a ahogarse en sus propias lagunas mentales.

Si bien Gorosito ha tomado algunas decisiones acertadas, como la defensa de cinco, pronto tira todo por la borda y consume los pocos minutos que le quedan al barco a flote. Murdoch intentó esquivar por babor al icerberg, aunque nunca se sabrá si hubiera sido mejor empotrar de frente al Titanic; el ingeniero naval Thomas Andrew, como el Lugo [y tantos otros], fue el encargado de desmontar el mito y dar la voz de alarma al advertir que en dos o tres horas el transatlántico se hundiría; el capitán Smith, pelo blanco, estatura mediana tirando a baja, y con cierta curvilla de la felicidad después de tantos años de navegación, iba a ser el encargado de estrenar la nueva señal de socorro SOS, en sustitución de la CQD. La situación era crítica, de ahí la importancia de empezar a emitir desde la habitación de Marconi el 'Saves Our Souls' (Salvad Nuestras Almas). Alfonso, que después del 0-2 del sábado rechazó en primera instancia hacer declaraciones, sí que habló después de la rueda de prensa del míster al advertir que todavía están a tiempo de ponerse los chalecos salvavidas: "Estamos tirando 15 años de trabajo. Supongo que a los jugadores también les duele esta situación y sólo pido que luchen hasta el último minuto".

Con su suerte ya echada, algunos oficiales del Titanic cometieron un enorme error y no llenaron ni a la mitad de su capacidad los botes que había en la cubierta. Es cierto que no había para todos, por culpa de una desfasada normativa, pero la decisión de no botarlos con más personas en su interior, provocó más muertes de las debidas. Por contra, el Almería todavía tiene tiempo de poner a toda la tripulación a salvo. Incluso puede parchear la situación y arreglar los remaches que saltaron hace tiempo o que no se aseguraron convenientemente al principio nefasta temporada. Por si acaso, mujeres y niños primero.

Presidente y afición confiaban en haber hecho un equipo invencible. Pero está próximo a irse a pique, como el famoso buque.
¡Ni Dios mismo podría hundirlo!

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