ATLÉTICO DE MADRID | UD ALMERÍA
Mateu, qué malo eres
Como el juez que no busca impartir justicia, sino ser el protagonista, el árbitro de moda volvió a sus andadas Ni media hora de partido por un penalti inventado y uno fallos inexplicables atrás
PABLO LAYNEZ | ACTUALIZADO 22.02.2015 - 05:02
Gabi corta una internada de Édgar durante la primera parte.
"Si el Málaga ha podido con el Barcelona, ¿por qué nosotros no?". Ésa era una de las frases de las tertulias vespertinas de ayer, café en mano, de los aficionados sentados ante la televisión a la espera de que comenzase el choque del Vicente Calderón. Los hinchas almerienses querían creer que su equipo iba a dar la segunda sorpresa de la tarde frente a un Atlético de Madrid que tenía el aliciente de aprovechar el tropiezo azulgrana. Pero sumar en el campo del campeón de España era una motivación más golosa.
Antes de comenzar un choque tan complicado, no estaba de más la alegría que dio Piatti, autor del gol en el último partido en el que el Almería puntuó en el Manzanares, cuando marcó el 1-2 del Valencia en Córdoba. Los verdiblancos iban a seguir a dos partidos de diferencia y, además, la presión del choque pasaba para los de Simeone, puesto que veía cómo un rival directo les recortaba puntos. Más sentido cobraba el planteamiento de JIM de fortaleza en la medular y contras.
El comienzo del partido daba miedo, el Atlético de Madrid había salido a morder y al Almería se le había olvidado el repelente de animales peligrosos en el vestuario. Pero cuando pita Mateu, el peligro no es el equipo rival, es el árbitro. Dicen que es el mejor de España, algo falso, pero su arbitraje estuvo de moda hasta que terminó cansando, por su inquina especial a algunos equipos, como el Almería. En Segunda ya le dejó claro a los almerienses ante Murcia y Xerez que iba a por ellos y, aunque en Primera no era tan descarado, ayer volvió a las andadas. Dos Santos, puesto para defender por alto, no hizo nada en un balón colgado hacia Godín, más o menos como con Negredo ante el Valencia hace unas semanas. Pero nada de nada y Mateu, un árbitro que ante equipos que no sea el Almería deja jugar y no pita, pitó. ¿Le hacía falta al Atlético de Madrid esta ayuda para ganar el partido? A buen seguro que no. Pero por si acaso, como árbitro obediente que es, sabía perfectamente lo que tenía que hacer. A buen seguro que unas veces se equivocan a favor de unos y otras a favor de otros, pero curiosamente éste siempre perdujica al mismo y no tiene sanción.
Si Mateu puso las banderillas, el Almería ya se encargó de apuntillarse él mismo. La defensa sacó el estoque y se lo metió por todo el morrillo, un harakiri a la almeriense. Por mucho que traten de vender la moto de que el equipo está compensado y se reforzó bien, mentira. El Almería sobrevive porque el esqueleto del once titular ha respondido, pero no tiene jugadores de garantías para activar un plan B, algo que ayer necesitaba JIM para por lo menos inquietar al Atlético.
Lo quiso hacer poniendo de mediocentro a un defensa central, una temeridad con jugadores tan habilidosos y que encuentran tan fácil los espacios como Griezmann o Arda. La supuesta versatilidad es sólo una manera de poner ladrillos sin cemento, de construir una casa sin muros de carga. Ni tan siquiera los dos futbolistas que llegaron en invierno le han dado alguna opción táctica diferente al técnico, que ayer veía la realidad de su equipo pese al optimismo que él quiere vender. Y bien que hace porque cuesta creer horrores cuando estás en la cola de presupuesto o de inversión para los fichajes.
Griezmann aprovechó primero una pésima entrega de Fran Vélez a los centrales y después la espalda de Trujillo para sentenciar el partido. 61 minutos de la basura, baile local ante el equipo más desdibujado que ha pasado por el Calderón. Los olés del público contrastaban con la cara de estupefacción de Alfonso García, que ayer lucía en el palco un proyecto de melena de la que tirarse a base de bien. Los ricos ayer reían, con la complicidad del juez corrupto, los pobres se sabían abandonados a su suerte.
La segunda parte sobró de cabo a rabo. Sirvió para una cosa importante, como es demostrar que el equipo tiene alma y honor, y que le duele que la directiva no haya puesto remedio a sus males. No había nada en juego, todo estaba sentenciado, pero más allá de las carencias de una plantilla a la que le cuesta un mundo competir con garantías en Primera, los jugadores sudaron la camiseta y defendieron como pudieron el escudo que lucen. Lástima que el trabajo de los que no juegan no se caracterice por esta gallardía. Una jornada menos, el descenso que se va a acercar y la esperanza de que ante el Deportivo la cosa cambie.
Mateu, qué malo eres
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