Los silencios del vestuario rojiblanco
P. GREGORIO | DIARIO DE ALMERÍA
Llegar a entender la 'psique' del futbolista a veces resulta misión imposible. Ejercer de periodista deportivo a diario en una zona mixta convierte a la larga a los informadores en psicoanalistas sin diván. Cuando los resultados son adversos, escasean valientes que se pongan delante de un micrófono, al igual que cuando hay goleada favorable los voluntarios se reproducen como setas.
En un plantel de veintitantos componentes solo un reducido grupo está dispuesto a hablar en las duras y en las maduras. Por lo común, el capitán suele dar la cara en situaciones adversas, para apagar incendios y tragarse sapos que seguramente él no provocó.
Al término de cada entrenamiento, con un rápido vistazo a los gestos y las miradas de cada uno, los compañeros de profesión ya saben si tal o cual jugador aceptará comparecer o, por el contrario, iniciará maniobra evasiva de escapismo con el móvil pegado a la oreja, el recurso de recoger al niño de la guardería o directamente plantando un sonoro "no hablo".
Tan importante es conocer la trayectoria y estadística o rendimiento de un jugador como su estado de ánimo semanal. Los hay que se declaran en huelga de palabras por una suplencia mal entendida en la creencia de que desde la prensa no se les ha aportado el 'cariño' necesario.
Otros declaran su mutismo repentino porque no le ha gustado la interpretación que el informador le ha dado a sus declaraciones con las matizaciones pertinentes. Un juego de malabarismos del que Soriano ya se declaró objetor y al que Christian parece haberse unido ahora.
Los silencios del vestuario rojiblanco
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