El tiempo, ese juez insobornable
Nano controla atosigado por Jiménez. / JAVIER ALONSO
El postrero tanto azulón fue la consecuencia de varios de los males que asolan al Almería, débil físicamente, desorganizado y dependiente de la aparición de algunas de sus individualidades
RAMÓN GÓMEZ VIVANCOS-GARCÍA 07 Enero, 2017
En la mente de cientos de aficionados permanecerá fija la desafortunada cesión de José Ángel que dio origen al tanto de Jorge Molina. Muchos culparán directamente al centrocampista de la derrota, pero desde estas líneas quiero dar ánimos al valiente jugador rojiblanco, porque pasa por ser el conductor del juego, además de ayudar en labores defensivas cuando otros escurren el bulto. Por estadística, puede ser el jugador que más balones pierda, o quizá no, aunque sería normal, ya que es el que más contacta con el esférico aun en situaciones complicadas; por porcentaje de aciertos y errores, seguro que firma unos guarismos positivos. Para errar hay intervenir, como también le ocurrió a Chuli, al que tampoco se le debe culpar de perdonar un claro mano a mano. Vélez sí que finalizó el choque con una estadística inmaculada porque, entre otras cosas, apenas tocó un balón. Dicho esto, comencemos con cierto orden, a lo Bordalás. El fútbol fue justo en la tarde de ayer. Quien no viera cómo el Getafe perdonó hasta tres ocasiones de gol, no claras, sino flagrantes, y quien no se percatara del dominio absoluto en la segunda mitad de los de Bordalás, es que todavía continúa saboreando los polvorones. Incluso, algunos jugadores y aficionados hablaron al término del encuentro de lo que debió ser un justo empate o una victoria local (menos mal que Soriano no llegó a esos extremos). Se vislumbró el empaque que mostró un equipo rescatado por un técnico como la copa de un pino, especialista en la categoría de plata, que todavía no sé por qué no ha recalado por estos lares. El postrero tanto azulón, no fue sino la consecuencia de varios de los males que asolan a este Almería, débil físicamente, desorganizado y dependiente de la aparición de algunas de sus individualidades. Resulta cuando menos curioso que se encaje tanto a balón parado. Más bien denota falta de físico por una parte y de estrategia defensiva por otra. Para rematar la faena, se prescinde de un baluarte como Azeez por decisión técnica, así como de Iván Sánchez, que por su velocidad hubiese podido inquietar al contragolpe cuando el Getafe encerraba durante tantos minutos a la UD en su área, pese a la necesidad de la victoria. Lo de los cambios es otro capítulo más del triste serial que están rodando los rojiblancos. Quizá, si le hubieran dado a elegir a Bordalás habría prescindido de la magia de Pozo para introducir al goleador Chuli, o hubiese sustituido al mejor Diamanka conocido hasta ahora, pese a que el senegalés tiene que tocar el esférico al menos cinco veces antes de pasar, por un invisible Vélez, amén de no convocar a Azeez. Pero no, las órdenes procedían del banquillo o de la zona desde donde Soriano veía el partido. En mi última Acta de 2106 califiqué la derrota ante el Mirandés como de necesaria, siempre y cuando a los defectos, que saltaron a la vista, se les buscara solución. Pero no, como cantaba Julio Iglesias, la vida sigue igual. O peor.
El tiempo, ese juez insobornable
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