miércoles, 20 de junio de 2012

María y Bernardo, un matrimonio ‘de primera’ y la UD Almería como familia


Bernardo y María son una pareja unida también en el trabajo

Ella es la única mujer utillera de la Liga de Fútbol Profesional y juntos hacen toda su vida en rojiblanco
Su labor es controlar la parafernalia que necesita un equipo profesional, que nada falte y todo funcione
ALMERÍA almeria360 | REDACCIÓN

Son únicos en su especie. No hay otro caso como el suyo en fútbol español, pero no sería de extrañar que su ejemplo cundiera y que otros clubes se interesaran por procurarse lo mismo que tiene la UD Almería en María César Alcalá y Bernardo Hernández Expósito. Ambos están casados, tienen hijos propios y algún nieto ya, pero su familia es muchísimo más grande que todo eso, porque la pareja, y nunca mejor utilizado ese término, de utilleros rojiblancos ‘cría’ también a diario a los futbolistas de la UDA. No hay diferencia entre estar en Primera o en Segunda en ese sentido.
Pero precisamente la llegada del equipo a la máxima categoría trajo consigo algo que era de justicia, como fue el contrato de María para que pasara a ser la ‘compañera’ de trabajo oficial de Bernardo, si bien ella jamás había estado ausente de las labores de su marido. Su ayuda era fundamental para que todo saliera bien en las tripas del Mediterráneo, en las que jamás se descansa. Y es que si no es una cosa es otra, y si no, aparece alguna misión nueva que realizar, y ello precisa de una dedicación exclusiva que ninguno de los dos rehuye. Mover a un equipo profesional tiene mucha miga.

Están siempre, solucionan todo, y realmente sólo les resta dormir en el estadio para hacer su vida completa en él. Y no es que hayan trasladado su residencia familiar, aunque lo parezca. Hasta el desayuno les preparan a los jugadores, a los que miman y casi malcrían, antes del entrenamiento matutino. Y después, a estar pendientes de ellos, a darles la ropa limpia, a tenerles su material preparado, a ser confidentes de los problemas que cada cual les quiere trasladar y a verles jugar no sobre el césped de un parque, sino sobre la hierba de un campo de fútbol. Una relación paterno-filial en regla.
Por tanto, queda claro que gran parte del éxito de la UD Almería está en las relaciones casi de parentesco que se han generado en torno a un matrimonio que realmente es ‘de campeonato’. Sobre las figuras de María y Bernardo se monta sin querer toda la estructura de vínculos personales en el seno del equipo, y esa es su mayor aportación pero por la única que posiblemente no cobren. Prudentes, callados, profesionales, en su sitio y en el de todos, la vida es más fácil con ellos al lado, y ellos hacen grupo, piña y hasta familia en el interior del vestuario.

De hecho, tanta dedicación y destreza se debe al amor a unos colores, además de al conyugal, y a la experiencia de haber respirado los primeros alientos de la Unión con mayúscula como unión con minúscula de los dos clubes que representaban a la ciudad en el principio del milenio. En el Poli, Bernardo trabajó poco tiempo. En el CF, sí estuvo bastante más. Y ya como UD Almería, ha sido siempre parte del proyecto desde que nació. Es más, se puede decir que asistió al parto de una criatura que tanto él como su esposa adoptaron para siempre.
María apareció de la sombra a la titularidad indiscutible en la época de Unai Emery, que no permitía que saliera a recoger balones en los entrenamientos, pasando frío o calor, o soportando días de viento en el anexo. Ante el volumen de trabajo, ella tenía que ayudar a su marido, que no podía arrastrar de todas las labores de logística y hasta de intendencia del equipo. Por ello, ya unidos oficialmente como utilleros -utileros según la Real Academia Española de la Lengua-, su labor de producción es extraordinaria. Trabajan para que nada falte y para que nada falle, y lo consiguen.

Lo de ‘todos los días a todas horas’ no se queda corto para explicar su horario. Llegan al estadio sobre las siete y a funcionar hasta bien pasada la tarde, incluso entrada la noche. Mínima pausa al mediodía para reponer fuerzas, pero a seguir porque así lo marca su escrupulosa organización no sólo del material sino del trabajo a desarrollar. Su santuario es todo el Mediterráneo, pero su capilla particular es un pequeño almacén junto al acceso al terreno de juego. No es el único, sino que usan varios más, próximamente unificados en una sala más grande para una mejor clasificación y orden.
Cuando los futbolistas llegan, ya tienen preparado el vestuario y humeante el café y las tostadas, y cuando se van, ya hay varias lavadoras puestas con sus equipaciones de entrenamiento. Y esa es precisamente una parte extremadamente voluminosa de su trabajo: mover la ropa no sólo del primer equipo sino de todo el club, incluidas las categorías inferiores y las bases. “La colada tiene guasa”, dice Bernardo ante el asentimiento de María, que apuntala la afirmación de su marido diciendo que “la ropa no espera, tiene que ir al día”.

La lavandería, potenciada en los últimos tiempos con nueva maquinaria, está situada bajo las gradas del fondo norte. Los lunes, día habitual de descanso para todos, los utilleros tienen mayor faena, ya que se acumulan los trajes de todo el fin de semana. Es evidente que habría que pasar un día completo con ellos para abarcar totalmente su trabajo, pero es que siempre algo se escaparía porque luego están los detalles del minuto a minuto que hacen que los jugadores y el cuerpo técnico únicamente tengan que preocuparse del fútbol.
El día de partido es el día de tensión, sobre todo cuando se viaja: “se puede olvidar algo, o una camisea, que no sería el primero; aquí han venido grandes equipos que se han dejado olvidada la camiseta de algún jugador, y hemos tenido que ir nosotros a comprar una camiseta para hacérsela a un futbolista”. Hasta que el equipo no salta al campo Bernardo no se relaja, porque en el equipaje puede haber fallado algo. Prepararlo es complicado, pero deshacerlo trae consigo de nuevo el inicio de todo el ciclo, sobre todo si ha habido entrenamiento y partido todo seguido.

Y por no faltar ni un detalle, todos los balones que usa el equipo siempre tienen la misma presión. Además, es importante que los entrenos se desarrollen en las más parecidas circunstancias a los encuentros, incluidas las pelotas con las que se juega. Hay un máximo y un mínimo y se puede notar en los efectos que coja el esférico y en la precisión de los pases, pero no hay secretos para los utilleros del Almería. El árbitro mide la presión, se encuentra, como el equipo rival, toallas y comida fría, también fruta en su vestuario, y se siente como en casa. Una hora se tarde en preparar todo.
Bernardo y María, única mujer utillera de la Liga de Fútbol Profesional, viven en rojiblanco y no tienen tiempo ni de la típica discusión marital. Es más, hay que ver la cara de él, henchida de orgullo, cuando habla sobre ella. Y hay que ver el rostro de ella, lleno de admiración, cuando él actúa. De todos los vestuarios de España se quedan con el de su Mediterráneo, que a pesar de todo es ‘futbolero’: “el del Santiago Bernabéu, sí mucho acero inxidable, muy bonito, muy moderno, pero no es un vestuario futbolero, rincones por todos lados”. Y de la gorra de Hugo Sánchez, ya hablaremos.
María y Bernardo, un matrimonio ‘de primera’ y la UD Almería como familia

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